Por Karina Bonnave
No tiene nada
mi choza en primavera.
Lo tiene todo
Yamagushi Sodo (1643-1716)
iMamá! Todo el día estuve en calzones
Inti sonriendo
Nos estamos curando. O nos estamos enfermando. Hoy es un tiempo en donde se ha puesto en evidencia que debemos elegir un rumbo, que estamos decidiendo a cada momento y que cada decisión que tomamos es una siembra que se cosechará rápidamente.
Hay muchos aspectos, matices, recovecos de la situación que vivimos (y no quiero decir mundial porque también es una falacia que el mundo entero entre en este orden informativo, cultural, económico, político, etc., liderado por los países o industrias económicamente dominantes).
Las múltiples caras de esta situación muestran una profundidad en la que hay que bucear con la mayor precisión posible para no perder el rumbo, filtrar la información y desbordamiento emocional, y sobre todo, es necesario encontrar un eje desde donde movernos, pues los acontecimientos (reales o no) amenazan con abrumarnos hasta aplastarnos.
Sería apropiado entender este tiempo como un retiro. Todas las tradiciones religiosas y espirituales del mundo han tenido y tienen esta práctica, que se relaciona con ayunos, privaciones de la comodidad, disciplina, técnicas de profundización, etc. Dichos retiros se caracterizan por llevarse a cabo en entornos bellos y seguros donde hay una guía adecuada.
Sin embargo, este “aislamiento cuarentena” para muchas personas está siendo un infierno en el que las neurosis, ansiedad, angustia, miedo y pesimismo están creciendo y conduciendo el camino, y la guía es el exceso de información que va en esa misma dirección. ¿Qué pasaría si en un retiro suenan bocinas constantemente hablando de enfermedad y muerte o se proyectan imágenes de personas instaladas en la queja, el juicio y la crítica? Se convertiría acaso en un campo de concentración o una secta.

Si visualizáramos este tiempo como un retiro, primero podríamos definir el objetivo que, en la mayoría de los casos, indicaría ir hacia dentro de unx mismx, conocer profundamente como estamos realmente, observar de qué están compuestas cada una de nuestras emociones, cuáles prevalecen por más tiempo, dónde viven nuestra mente y pensamientos, cuáles deseos suelen regresar, etc.
El emprender este camino, nos lleva rápidamente a la toma de consciencia que es básica en un retiro: toda reacción, acción y pensamiento es una decisión, y si lo que queremos es un crecimiento o hacernos la vida más fácil, podemos o debemos generar una convicción con respecto a nuestra mente y acciones, es decir, si nos vamos a dejar llevar por patrones que hagan nuestro retiro involuntario destructivo, o vamos a aprovechar este tiempo en donde estamos con lo más esencial (nuestro ser, nuestra familia o compañerxs, nuestra casa, nuestro tiempo), y encauzarnos hacia armonizarlo, siendo lo esencial, causa y base de nuestro impulso de vida.
El verdadero virus en estos tiempos es la falta de entendimiento del rumbo hacia dónde nos dirigimos y la entrega al miedo. En lo personal y como humanidad.
Hay un panorama no muy claro de si el virus está siendo utilizado o hasta creado para fines de ajustes geopolíticos y de control de masas; lo cierto es que si entendemos que lo más importante con virus o sin virus es mantener o crear un sistema inmune sano, a través del cuerpo y la emocionalidad equilibrados, entonces podremos ponernos en la ruta correcta, que puede implicar desde comer mejor, relacionarnos en concordia a través de limitar conductas y hábitos conflictivos, hasta hacer una huerta, establecer tal vez una red de ayuda o considerar el enfoque de vida comunitaria para nosotrxs o para quien está teniendo o tendrá problemas para sustentar su vida.
Y todo esto es porque este es un tiempo de cosecha. Algunas personas cosechan su gran ansiedad por satisfacer deseos que implican salir de sí mismos, el capitalismo cosecha millones de personas en problemas económicos y desequilibrios radicales entre quienes se están haciendo más billonarios y quienes se están hundiendo más en la pobreza. Otras personas cosecharán la enseñanza de ahorrar en un futuro, otrxs se cuestionarán la utilidad de sus trabajos en el esquema natural de la vida, o el no haber valorado la libertad “pasada” o revalorar lo que se sacrifica por vivir con prisa; habrá quien coseche su incapacidad de convivir consigo mismo o con sus hijxs a quienes posiblemente desconozca.
Hay quien en este tiempo sin tiempo encuentre el arte y la curiosidad de aprender un oficio y compartir sin límites, o quien esté en verdadero sufrimiento por enfermedad, pánico, adicciones o una vida compartida de maltrato y, millones de distintas posibilidades. En cualquier caso, veamos nuestra cosecha con ojos compasivos y encaminémonos hacia las soluciones y las transformaciones necesarias para vivir bien.
Este tiempo nos puede impulsar para cuidar la vida, a regresar a lo primordial, a visualizar con esperanza los ajustes que podremos hacer para que nuestra estabilidad y alegría no dependan del cambio exterior.
La conciencia de la enfermedad y la muerte nos puede impulsar hacia la aceptación y resignificación de nuestra vida y a orientarnos a construir menos enfermedades y una muerte plácida, atravesando esta cultura donde siguen siendo temas que se temen, se niegan y ocultan.

El romper la ilusión y darnos cuenta cabalmente que “lo único permanente es el cambio” o de la naturaleza incierta de la vida, nos puede asimismo impulsar para dejar surgir la fe o la confianza en lo sagrado de nuestra vida, a entregarnos y valorar todo, aunado con el dolor y sufrimiento que son parte de la realidad, pero viendo un panorama amplio donde las crisis siempre son oportunidades que nos obligan a entender las enseñanzas de nuestra existencia humana y donde al integrar este aprendizaje a través de ponerlo en acciones, permitimos aflorar la sabiduría que cada unx poseemos.
Es un tiempo radical: somos parte del problema o de la solución, nos enfermamos o nos curamos. Podemos guiarnos.

Soy una mujer de 40 años, comunicóloga de la UNAM, practicante del budismo zen, con estudios de acupuntura, masaje y curandería tradicional mexicana, con 17 años trabajando en terapia y un consultorio en Valle de Bravo donde vivo hace 9 años después de mudarme de la Ciudad de México, con una especialidad en tratamiento de cáncer con acupuntura. Tengo dos hijos (Inti 8 y Naran de 5) y un gran jardín.
Add comment